Fue paseando con su mujer, Rosa, por las playas de Galicia, y contemplando ese manto de algas que cubría la arena, cuando se planteó que podría ser una buena idea sacar provecho de esas plantas de texturas y formas fascinantes. Hace poco más de una década, cuando Antonio Muiños empezó a comercializar algas deshidratadas o en conserva, en España apenas nadie las comia.